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viernes, 22 de febrero de 2008

Tetas y mamporros


Faster, Pussycat Kill! Kill! (1965)


Faster, Pussycat Kill! Kill! es uno de los filmes mas populares de la carrera del director de culto Russ Meyer , el padre del sexo y la violencia cinematográfica como conjunción perfecta, el mentor de Quentin Tarantino y clara influencia para su brillante Death proof. Con un claro estilo que bebe de la cultura pop y los cómics, Meyer destapa la caja de los truenos descubriendo a Tura Satana como la antiheroína mas deseada del mundo y se consagra como figura clave del cine independiente de los setenta con la serie Vixens (Supervixens, Megavixens y Beneath the valley of the ultra Vixens). Y los que no sabían nada de este director que dejen lo de hacer volar la imaginación para otro momento y empiecen ya a hacerse con todas ellas vía emule o como sea. En este caso el fin justifica los medios.

Wellcome to violence...imposible encontrar un comienzo mejor para lo que tiene que venir. A partir de aquí imaginaos lo que nos espera, nada más y nada menos que 3 bailarinas de streaptease cabreadas y con pechos descomunales conduciendo a toda leche por el desierto de Mohabe a la caza de algún macho al que destrozar. Y es que en el argumento de Fater, Pussycat Kill! Kill! no vamos a encontrar metáforas, flashbacks, vueltas de tuerca y finales inesperados, el estilo de Russ Meyer no se asemeja al de David Lynch ni falta que hace. Que no es una película profunda y que invita a la reflexión es evidente (como ninguna de las de la trología), así que el espectáculo es una sarta de acontecimientos sin sentido encabezados por la mala leche de las patadas de karate de Tura Satana, la auténtica diosa de este filme cutre-retro-pop.
Tura tiene el toque macarra y guarro que le falta a Betty Page, demasiado recatada para mi gusto pero sin duda la pin up por excelencia. Tura “interpreta” el papel Varla, la megazorra bisexual con el escote más cañón que he visto en mucho tiempo (ojo, que tener un escote bonito no es lo mismo que tener las tetas descomunales de Sheyla Hershey). La pelea inicial a hostia limpia en la que le rompe la espalda a un pijo con pantalones Burberry no tiene precio, y con el rimmel intacto y el escote perfectamente colocado. Sobran las palabras.

En el libro de John WatersShock Values”, el excéntrico director comentaba: “es, sin duda alguna, la mejor película jamás filmada. Incluso puede que sea mejor que cualquiera de las que se hagan en el futuro”. Ahora ya sabemos quien es el instigador del dolor de espalda de Selma Blair en Los sexoadictos, a mi parecer la película más lamentable del director.

Y si lo de Quentin Tarantino y John Waters no os convencen de lo grande que es Faster,Pussycat Kill! Kill! , sólo os quede verlo con vuestros propios ojos. Eso si sobreviven en sus cuencas a la primera escena.

jueves, 21 de febrero de 2008

Entre The Descent y Creep


Catacombs (2007)

Una joven turista viaja a París invitada por su hermana. Tras hacer los preparativos para asistir a una fiesta clandestina en las catacumbas de la Ciudad de la Luz, la joven turista se quedar encerrada en las catacumbas y deambulará perdida por el complejo entramado de túneles, en el que hay depositados los huesos de más de siete millones de personas. Obviamente, no estará sola

Dirigida por Tom Cocker y David Elliot, y aunque está rodada en Rumania, Catacombs se ambienta en las catacumbas parisinas en las que se acumulan los siete millones de cadáveres del cementerio de Les Halles en 300 kilómetros de galerías, en las que no me metía de noche ni por la mejor fiesta del mundo. Por el contrario, Shannyn Sossamon (Las reglas del juego, Wristcutters) , que a parte de guapa cada vez es mejor actriz, si que le echa un par de narices y se hace acompañar por Pink y sus amiguitos franceses Radu Andrei Micu y Cabral Ibacka en una especie de rave clandestina que se celebra en estas catacumbas, porque claro, las discotecas son aburridas y los cementerios son sitios demasiado obvios, y los franceses son tan modernos que han inventado cosas como el "tektonik".

Una servidora, que selecciona las película sin ningún tipo de criterio, simplemente porque si el poster me llama la atención es una apuesta segura (y no suelo equivocarme), se fijó en esta película al estar producida por Lionsgate y Twisted Pictures, hermanadas en un proyecto enfocado básicamente al cine de terror, en la que trabajan Mark Burg, Gregg Hoffman y Oren Koules, los que destaparon la caja de pandora con Saw, uno de los mejores thrillers que he visto en años, dejando totalmente al margen sus interminables e infumables secuelas (la quinta ya está en el horno). Y con estos datos, y después de ver la película hace escasamente 10 horas, tengo que decir que me ha gustado, que aunque no aporte nada nuevo al género de terror, porque ya lo hemos visto prácticamente todo, la historia que cuenta es más que correcta, la narración es trepidante y no cae en ningún momento en el aburrimiento, además la ambientación es una puta locura en la que destacan los planos totalmente oscuros en los que la protagonista no ve más allá de la luz de una linterna que obviamente, no tiene pilas para toda la película.

Yo me imaginaba metida en esas catacumbas sin comida, ni agua, ni luz natural por ningún sitio, y totalmente sola....o no. Aunque parezca que la Sossamon solo va a tener que buscar la salida para no morir de hambre o deshidratación, para colmo tiene que correr como una posesa si no quiere morir a manos de un personaje, que según cuenta una la leyenda, va ataviado con una máscara de cabra, con sus cuernos y todo. Las referencias a Creep o The Descent son inevitables, y si, ambas han inspirado claramente Tom Cocker y David Elliot, pero ni Creep me acabó de convencer y mucho menos su protagonisa, Franka Potente, ni The Descent es una película como para mencionar a la brava, ya que en su día me provocó una sensación de angustia en el cine que hacia tiempo que no vivía, y en los tiempos que corren y después de todo lo que ha pasado por mis retinas, eso es todo un logro. Catacombs mantiene una tensión que te ahoga a medida que las luces se van atenuando y la protagonista cada vez ve menos lo que pasa a su alrededor, todo ayudado por el movimiento de la cámara que se sitúa en la mayoría de los planos a la espalda de la actriz, como si fuésemos nosotros los que la perseguimos, como si en lugar de sentirnos atrapados fuésemos los que jugamos con la víctima pero sin tener ni puñetera idea de a donde vamos, pero si ella corre, nosotros corremos tras ella.